Esta vez quiero aprovechar la energía de este mes otoñal para escribir sobre un tema bastante peliagudo: las grandes crisis y desafíos con los que nos afronta la vida sin que podamos hacer nada para evitarlas o huir de ellas.
En los medios y en las redes sociales abundan foros y blogs que confirman que en la vida solo se atrae aquello a lo enfocamos nuestra atención y si solo pensamos y sentimos en positivo, supuestamente nuestra vida debería ser tranquila y armoniosa como una balsa de aceite. Creo que casi todo el mundo ha podido comprobar en primera persona que esto se ajusta poco a realidad.
Por supuesto que es cierto que enfocarnos en todo lo bueno que hay en nuestras vidas nos otorga más fuerza y ánimo para superar cualquier desafío, sin embargo no nos puede librar de vivir desilusiones y experiencias amargas.
La verdad es que forma parte de la vida ver envejecer, enfermar y morir a nuestros seres queridos y más cercanos, experimentar el proceso y la vida y de la muerte en nuestras propias carnes, perder a personas muy importantes en nuestras vidas o perder la vivienda, el trabajo, la salud y muchas otras cosas.
Es una verdad amarga, pero no por ello menos certera y cualquiera que nos quiera convencer de lo contrario, no hace más que alimentar formas de evadirse de realidades que son inevitables para mantenernos en un estado infantil y poco responsable.
La vida es un regalo y llena de maravillas, pero también es compleja y contradictoria y hay temporadas en las que se hace difícil de aguantar, sin embargo estoy convencida de que es perfecta exactamente tal como es, porque nos permite experimentar experiencias muy diversas que nos brindan la oportunidad de aprender y evolucionar.